#LogroñoEnBiciContraCovid19
Avanzar hacia un modelo urbanístico del siglo XXI con la devolución del espacio público para las personas frente a la dominación de lo circulatorio, con centros urbanos accesibles pero pacificados en los que lo natural sea la movilidad activa, que la motorizada tienda a rodear la ciudad en vez de que el tráfico de paso pretenda atravesarla por el mismo centro en coche, es la razón del ensayo que se está produciendo estos días durante la Semana Europea de Movilidad 2020 para mostrar hacia donde ha de avanzar la ciudad del futuro para acercarse a aquellas capitales verdes que intentan hacerse más amables, seguras y habitables para sus habitantes.

Foto: Devolución de espacio público para aumentar el distanciamiento interpersonal durante la crisis sanitaria por la Covid-19 en una calle de Londres.
Mejorar la calidad del aire, luchar contra la contaminación acústica y atmosférica, garantizar las necesidades de distanciamiento interpersonal derivadas de la crisis sanitaria, promover un reparto más justo del espacio público urbano o el reequilibrio de los todos los usos de la calle entre personas de toda edad y condición son cuestiones del bien común que no deberían ser objeto de divisiones partidistas. Declarativamente todas las opciones políticas afirman estar de acuerdo, incluso con adhesiones unánimes de los partidos a la declaración de la Emergencia Climática en que se encuentra nuestra ciudad. Sin embargo, la actitud cínica e irresponsable de los sectores más conservadores y reaccionarios a los cambios ante cualquier avance en movilidad y urbanismo, aliados ahora al mismo obstruccionismo técnico con el que justificaban su inacción e incumplimientos durante los años en los que tuvieron responsabilidades de gobierno, han sumido a nuestra ciudad en un atraso de varias décadas (y no una, ni dos) respecto a los avances en materia de transición ecológica y movilidad sostenible que se han venido efectuando, no ya en ciudades europeas de referencia, sino en capitales cercanas con las condiciones ambientales, urbanísticas y sociales más semejantes a Logroño, o incluso en otras con un potencial menor, pero mucho mejor empleado. Los más ultras y carcas del inmovilismo local, están movilizando todos sus recursos y redes clientelares para, como ya hicieron en el pasado, sacar rédito de las resistencias a los cambios, y para atacar con todo lo que tienen todas y cada una de las medidas que caminen en esa dirección. “Logroño no es Copenhague”, se burlan y se ufanan en repetir. “Aquí nunca se usará la bicicleta”. Olvidan que antes ya se usaba, igual que en cualquier otro país europeo o que Copenhague y muchas otras ciudades europeas tampoco “eran Copenhague”…hace no tantos años, sino que la ciudad es producto de las transformaciones de las decisiones colectivas que en ella se toman. Todos queremos una ciudad mejor, la demanda ciudadana lleva reclamando avances en sostenibilidad hace muchos años por delante de sus representantes, pero algunos solo siguen mirando por el sostenimiento de sus privilegios, dejando con su egoísmo a la ciudad más y más atrasada en modelos obsoletos y entregados a la dominación por el tráfico motorizado que causan graves daños a sus habitantes presentes y futuros.
Lo que para las generaciones de la postguerra representaba una noción de progreso, esto es, ceder más y más espacio en la ordenación de la ciudad a la civilización del automóvil (independientemente de su sistema de propulsión, siempre más grande, más rápido, más ancho, más pesado, más agresivo…) con su voraz e infinita demanda de ocupación del espacio, se ha convertido en un atraso respecto a las necesidades de las generaciones que vivimos en el siglo XXI. La propiedad del vehículo privado a motor ya no es tan importante como atender las necesidades de movilidad a responder, a través de una diversidad de medios disponibles que no se reducen exclusivamente a la moto o al coche. La emergencia climática por el calentamiento global continúa siendo negada por no pocos irresponsables (por más responsabilidades públicas que ostenten o hayan ostentado), en contra de toda evidencia científica y factual, por más probado que esté ya que el mismo se encuentra originado en buena medida por las emisiones provocadas por un modelo de transporte fundamentado en la motorización fósil -y no solo por la combustión-, y por el abuso indiscriminado del automóvil privado casi siempre en viajes donde no resulta indispensable. Los automóviles, ya sean eléctricos o de combustión, pasan de media el 92% del tiempo parados pero ocupan entre el 70-80% del espacio no edificado de la ciudad, empleado en circular o en su almacenamiento privado en el espacio público, y todo ello para atender tan solo 3 de cada 10 viajes que se producen en la ciudad a diario. Aunque tengamos normalmente una percepción diferente, afortunadamente en Logroño los datos demuestran que la mayoría de viajes para atender las necesidades cotidianas de movilidad se realizan aún andando. El potencial para la recuperación del uso de la bicicleta como opción preferible de transporte, en nuestra ciudad continúa aún insuficientemente atendido y desaprovechado. El transporte público (bus y taxi) completa la terna de los medios de movilidad sostenible y su orden de preferencia en la pirámide de sostenibilidad en movilidad (a pie, en bici, transporte colectivo, por ese orden).

Filtros de tráfico en el centro de la ciudad para buses, bicis, residentes y servicios como se están introduciendo en más y más ciudades europeas, durante la Semana Europea de la Movilidad 2020 en Logroño. El tráfico de paso debe rodear, en vez de atravesar.
La actual pandemia de Covid-19 que sufrimos, con su origen en el desequilibrio de los ecosistemas por el calentamiento global, puede representar tan solo el primer episodio grave de la mucho mayor crisis ambiental de trasfondo. Cada vez más estudios (como los de Universidad de Harvard, o los de distintas universides italianas…) demuestran la influencia de la contaminacion atmosférica en el transporte del virus por las partículas <2,5 um emitidas por la motorización, como las de los sistemas de frenado o combustión. A ello se añade la otra pandemia silenciosa que teníamos interiorizada y normalizada sin respuesta: más de 400.000 personas sufren cada año muertes prematuras en Europa por los efectos de la contaminación del aire, por no hablar de las complicaciones en afecciones respiratorias como las asociadas a la enfermedad causada por la actual pandemia del coronavirus SARS-2 CoV-19.
A pesar de todo ello, nuestra capital continúa intentando salir de un modelo de tráfico (de vehículos) que no de movilidad (de personas) propio del desarrollismo tecnocrático franquista de mitad del siglo XX en el que fue sumida y cuyo principio de someter todo al coche sigue perpetuando. Una ciudad educada por diseño urbanístico y circulatorio en el mal hábito de la omnipresente doble fila y el egoísmo del abuso irracional del automóvil privado para todo, hasta la misma puerta de destino para acto seguido plantarlo allí mismo de forma legal o ilegal y todos a la vez (como sucede por ejemplo, varias veces al día en la puerta de cada colegio). La calle únicamente entendida como calzada, espacio de circulación y aparcamiento, contra todos sus demás usos y personas.
Mientras tanto, los principales países europeos han modificado con urgencia sus legislaciones ambientales y viales para redoblar los esfuerzos en la lucha contra el cambio climático y adaptarse a la actual coyuntura favoreciendo la transición urgente de viajes a la movilidad activa (a pie y en bici), para así proteger los sistemas de transporte público para quien más lo necesite ante el previsible repunte del abuso individual del coche como respuesta de pánico durante la pandemia. En vez de extraer conclusiones, hay quien solo quiere regresar a lo anterior cuanto antes, autocomplacidos en su acomodo en aquello que causa los problemas, en contra de su propia salud y de la de todos.
Multitud de ciudades a lo largo y ancho de los 5 continentes han estado durante estos pasados meses introduciendo infraestructura de emergencia para la transición entre medios de transporte, mediante urbanismo táctico con actuaciones ligeras, rápidas y baratas para adaptarse a la actual situación crítica. Los avances en París y otras ciudades francesas han sido espectaculares, en meses se han ejecutado actuaciones que en otras circunstancias requerirían años. Filtros modales como el que estos días se ensaya en Logroño se están introduciendo en cada vez más ciudades del Reino Unido para priorizar en el centro el transporte público, caminar y la bicicleta, frente al tráfico privado de paso. En nuestro país, por una vez Logroño encabeza junto a un puñado de ciudades como Valladolid, Barcelona, Valencia, Santander o Gijón, decisiones valientes que han ejecutado actuaciones de emergencia en esa dirección, con el programa Logroño Calles Abiertas desarrollado junto a algunas de las mejores agencias de urbanismo y movilidad del país, como Gea21. La ausencia por el momento de apoyos y programas gubernamentales en España contrasta con el dinero público desviado al sector de la automoción contaminante, y más todavía si cabe con las grandes inversiones por la movilidad activa (a pie y en bici) que se están poniendo en marcha desde los gobiernos centrales de los principales países europeos. Basta ver los resultados del Plan Vélo del gobierno francés, o los ambiciosos programas del gobierno británico como Gear Change, 2.400 Millones de euros para favorecer los viajes en bicicleta y a pie y otros 5.000 millones para el transporte público y la conmutación en bici, anunciando “la mayor transformación en las ciudades desde la introducción del tráfico a motor”. Curiosamente ambos gobiernos de orientación derechista o neoliberal europea, pero a los que se suman otros de todo el espectro político. La emergencia climática no espera, ni entiende de ideologías, si se ha de actuar por ella, en vez de anteponer otros ruines intereses como aquí siempre sucede.

Foto: Princess Street Avenue. Edimburgo, Escocia. Filtro modal para acceder al eje central principal de la ciudad, restringido a bicis, buses, taxis y vehículos autorizados. 2007.

Desautoxicación del centro urbano y eliminación del tráfico de paso en Pontevedra, ejemplo de recuperación del espacio público y regeneración comercial en una ciudad para las personas.
No se trata de inventar nada, desgraciadamente nos hemos quedado muy atrás y otras ciudades han ido experimentando distintos enfoques y modelos, a día de hoy se conoce de sobra qué funciona y qué no: Avanzar hacia sistemas celulares de tráfico basados en el modelo de Gante en Bélgica, como están haciendo multitud de ciudades de nuestro entorno europeo, tender hacia centros urbanos desautoxicados donde lo normal sea dejar el coche nada más llegar a la ciudad y moverse por otros medios, en vez de intentar incrustarlo en el mismo centro a toda costa. Reducir los insostenibles niveles de atropellos y violencia vial de Logroño para una ciudad de su tamaño (como ya hizo por ejemplo, Pontevedra, hace dos décadas, con el resultado de más de 10 años sin accidentes mortales y una mejora meteórica del pequeño comercio). Promover la intermodalidad con otros medios de transporte de modo que no creamos imprescindible el abuso del coche privado para todo. Para los residentes, encontrar aparcamiento compensatorio caminando dos minutos más lejos, pero recuperando a cambio algo de espacio público en los barrios para el valor estancial, lúdico, relacional, comercial… que todos queremos para nuestra calle, para la seguridad de niñas y niños y personas mayores, para el tráfico residencial en vez del de atajo… no parece mal negocio. El sonido en el barrio ha cambiado de forma dramática durante estas semanas en la supermanzana de Calles Abiertas en Madre de Dios, cuya extensión prevista ya reclaman comerciantes, vecinos y asociaciones de barrios cercanos a los que no han alcanzado las actuaciones por el procedimiento de emergencia. El sonido de los niños jugando en la plaza, de las personas reapropiándose las calles, ha sustituido al ruido, el estruendo y el peligro de la circulación agresiva habitual. Esos sonidos que redescubrimos durante las semanas de confinamiento y que nos prometimos buscar para hacernos más libres al salir… en vez de volver al cuanto antes al egoísmo que condena el futuro de quienes vienen detrás y de quienes habitamos la ciudad. Aunque solo sea por justicia ambiental y social. El aire que respiramos es el mismo para todos.